El sado está cada vez más presente en nuestro día a día

A todos nosotros nos gusta experimentar en la cama y es que seguir siempre la misma rutina, día tras día, acaba resultando un juego muy aburrido. Es por ello por lo que, pasado un tiempo, de ser así, o nos acabamos cansando de nuestra pareja o tenemos que optar por buscar nuevas fórmulas las cuales nos permitan salir de ese bucle aburrido que tenemos instaurado. Hoy en día existen múltiples formas de acabar con la continuidad, desde nuevas posturas a llevar a cabo diferentes fantasías o, directamente, replantearnos como han de ser nuestras prácticas sexuales.

Es en este punto en el que entra en acción el sado, una práctica sexual que cada vez cuenta con más adeptos dentro y fuera de nuestras fronteras y que cuenta con una gran aceptación entre quienes lo llevan a cabo y es que si nos lo proponemos y hacemos las cosas bien, cada día puede llegar a ser muy diferente al anterior, por lo que nunca más tendremos miedo a caer en la rutina. Esta práctica puede resultar compleja, por lo que a continuación os la desgranaremos con detalle.

Las prácticas sadomasoquistas se conocen bajo las siglas BDSM que significan bondage, dominación, sumisión y masoquismo y engloban un sinfín de prácticas, códigos y utensilios para llevarlas a cabo. Una lista interminable que podemos hacer más grande o más pequeña en función de nuestros límites, de nuestros gustos o de lo que hayamos consensuado con nuestra pareja de juegos. Y es que este tipo de prácticas, en muchas ocasiones, aunque mínimo, pueden entrañar riesgos, es por ello por lo que siempre debemos de llevarlas a cabo de forma consensuada y tener a mano palabras de seguridad para detener la acción, así como también tijeras o un botiquín por si hubiese que cortar alguna cuerda o algo que nos ate o tuviésemos que curar algún corte o daño que se haya producido.

Como toda práctica que conlleva un riesgo, como decimos, por mínimo que sea, ha de contar con unas claras medidas de seguridad. Por ello, una de las primeras claves que debemos de tener en cuenta es que sin erección no hay sexo, y un estudio de la Universidad de Granada señala que cepillarse bien los dientes puede evitar la impotencia sexual, pero no solo nos debemos de quedar ahí y es que la higiene es muy importante en todas las cuestiones de nuestra vida, por ello, la Clínica dental CBlanco es nuestro mejor aliado y es que ellos son expertos en el cuidado e higiene de nuestra boca, por lo que siempre podremos disfrutar del mejor sexo gracias al trabajo de sus profesionales en mantener nuestros dientes y nuestra boca en general en perfectas condiciones, de tal forma que evitaremos problemas como el que os acabamos de mencionar de impotencia. Un problema que, a bien seguro, si vuestro rol es sumiso en una relación BDSM, a vuestra ama o amo no le va a gustar nada y os acabará castigando por ello.

Y es que el BDSM es, en términos generales, un gran juego de rol que podemos acotar por donde nosotros creamos conveniente, tanto en tiempo como en espacios y forma. Es por ello por lo que cada pareja de juegos es diferente y no existen dos iguales ya que, como os mencionamos, las variables pueden llegar a ser infinitas. Muchos de los practicantes encuentran en el rol dominante el placer, otros en el sumiso, algunos se excitan con la humillación, otros mediante dolor. También los hay que encuentran en los roles, en los disfraces, su punto de atracción, mientras que otros son fetichistas de pies, manos, piernas… en definitiva, cada uno es un mundo, por lo que os invitamos a explorar con seguridad vuestra sexualidad.

La castidad, un paso más allá en el BDSM

Hay bastantes dominantes y sumisos que encuentran en la castidad un paso más allá en su relación. Se trata de poner dispositivos de castidad al rol sumiso para que este no pueda obtener placer, ya sea hombre o mujer. Muchas veces, además, esta práctica va asociada a otros juegos de humillación donde la parte dominante si que tiene relaciones con otras personas, mientras que el sumiso únicamente se limita a mirar o a disfrutar de la humillación de sentirse cornudo e inferior.