Estrenar casa es todo un acontecimiento. Un acontecimiento que da pie a nuevas ilusiones, nuevos objetivos y, en definitiva, una nueva vida. ¿Y qué mejor manera de comenzar esta nueva etapa que organizando una fiesta de inauguración? Esta es una oportunidad única para mostrar ante nuestros amigos y familiares que tenemos buen gusto y que somos originales a la hora de confeccionar un hogar.
Una de las mejores maneras para conseguirlo es vestir nuestro hogar con los mejores muebles. No se trata solo de una acción estilística, sino también de comodidad. A fin de cuentas, cuando salimos del trabajo y regresamos a casa importa poco el estilo y mucho más el que estemos cómodos y disfrutemos del mejor descanso posible. El cuerpo y nuestra salud nos lo agradecerán.
Hace un par de años mi mujer y yo decidimos cambiar de vivienda. Anteriormente vivíamos en un piso de apenas unos 60 metros y nos sentíamos embutidos. Cuando mi mujer se quedó embarazada lo vimos claro. Teníamos que mudarnos a toda costa y este fue el motivo por el que empezamos a movernos para cumplir este objetivo. Pura necesidad.
Una vez que adquirimos la vivienda, nos quedaba otra etapa por cumplir. Y es que amueblarla es casi más importante que comprarla. Y, por desgracia, no todo el mundo es capaz de proporcionar unos muebles de primera calidad. Esta pasaba a ser entonces una de nuestras prioridades y queríamos cumplir con ella. Para ello, necesitábamos confiar en una empresa en la que supiéramos que se apostara por la calidad. Una empresa como Dismobel.
De ella nos habló un buen amigo que se había mudado apenas unos años antes y que había apostado por ellos. Intrigados, empezamos a investigar por Internet y en la página web de dicha entidad encontramos un catálogo que nos llamó completamente la atención. Y es que Dismobel contaba con una gran variedad de muebles para todas las estancias del hogar. Y nos estaban esperando a nosotros.
Acudimos a una de las tiendas físicas para ver los muebles en primera persona. El trato que nos brindaron los profesionales allí presentes fue estupendo y, además, los muebles que tenían a nuestra disposición eran de una calidad muy buena. Empezábamos a decidirnos, pero no fue hasta que se habló del precio cuando lo hicimos. Necesitábamos muebles para toda la vivienda, y la funcionalidad que nos prometían era enorme. Así que compramos.
Listos para la fiesta de inauguración
La casa nos quedó estupenda. Conseguimos un estilo definido y que satisfacía todas las comodidades que teníamos. Además, habíamos conseguido ganar espacio y a buen seguro disponíamos de una buena vivienda, lista para albergar a un nuevo miembro. Estábamos deseando acabar el contrato que nos vinculaba al piso y trasladarnos cuanto antes.
Al hacerlo, invitamos a nuestros amigos y familiares a sendas fiestas. Se trataba de un acontecimiento importante porque iba a ser la primera ocasión en la que visitaran nuestra nueva guarida y siempre hemos tenido en consideración la opinión de nuestros seres queridos y nos ha valido para un sinfín de asuntos.
Pusimos una fecha concreta para la celebración del evento y, cuando llegó, nos dimos cuenta de que estábamos nerviosos. ¿Por qué? Ni siquiera nosotros lo sabíamos. Porque sabíamos que nuestro nuevo lugar de residencia era lo suficientemente cómodo y estiloso como para que nadie pusiera en duda nuestro criterio, un criterio del que, por otra parte, no nos arrepentíamos y que no pensábamos cambiar.
Nuestro círculo de amistades y familiar no puso objeción alguna. Es más, durante la fiesta todo el mundo nos mostró su satisfacción y su sorpresa ante la calidad de los muebles con los que nos habíamos hecho. Cuando les hablé del precio, la respuesta fue una envidia sana global.
El amigo que nos había recomendado Dismobel se limitó a decinos: «os lo dije». A élle debemos en gran medida nuestra situación actual.