Si hay algo que puede hacer tambalear la estabilidad de la pareja es una reforma en casa. O al menos eso es lo que me ha ocurrido a mí. Hasta ahora, la pelea más fuerte que había tenido con mi marido era por culpa de su madre, mi suegra, que se mete siempre donde no la llaman pero este tipo de enfados al final siempre se quedan en agua de borrajas y todo vuelve a su cauce rápidamente. Esta última vez no fue así.
Estábamos tan estresados que peleábamos por todo, daba igual el tema que fuera o lo mucho que nos importara algo porque siempre teníamos que llevar la contraria. Para que os hagáis una idea os puedo decir que llegamos a discutir hasta por la decoración del dormitorio cuando eso es algo que a él le suele dar igual y que a mí, en realidad, casi que también. Todo empezó por culpa del cabecero de la cama pero se extendió al resto de muebles. Al final compramos el nuestro en esta tienda de cabeceros de cama online pero tras estar sin hablarnos casi dos días. Impresionante.
Mi desastre de obra
Todo empezó cuando decidimos mudarnos a la planta baja que la abuela de mi novio le había dejado en herencia hace ya casi un año. Obviamente es una casa antigua que necesita reforma y estuvimos ahorrando mucho para poder hacerla a nuestro gusto. Contamos, desde el primer momento, con Grupo Navitec para que hiciera la reforma y hasta ahí todo había ido como la seda pero cuando empezamos a estresarnos por los tiempos o el dinero y empezamos a tener que tomar decisiones es cuando todo se desmoronó a nuestro alrededor.
Dicen que los problemas de pareja se arreglan hablando pero el problema es que cada vez que empezábamos a hablar acabábamos discutiendo, gritando y recordándonos todo lo que habíamos hecho mal tiempo atrás. Aquello no parecía tener fin y la obra, por culpa de un proveedor, se había retrasado así que cada vez veía la luz al final del túnel más lejos, a más kilómetros, y tampoco es que él me ayudara mucho a verlo todo un poquito mejor.
Nos dieron las llaves dos semanas después de la fecha de finalización prevista y la verdad es que todo estaba perfecto, todo menos nuestra relación, que hacía aguas por todas partes. Hizo falta mucho esfuerzo por ambas partes e incluso algo de terapia para poder reponernos y volver al punto en el que nos encontrábamos antes de que empezara toda esa odisea.
Creo que ahora mismo, si alguien me hablara de reformar algo o de redecorar cualquier habitación empezaría a gritar y no pararía nunca. Odio las reformas. Por eso os quiero recomendar que además de contratar una buena empresa de reforma como hicimos nosotros busquéis a alguien que se haga cargo de todo, alguien que tome las decisiones por vosotros, una especie de diseñador o de director de obra… no sé… sé que existen esas personas porque una tía mía contrató a un chico así para que llevara toda la obra del apartamento en la playa que se compraron hace unos años y ahora que sé lo que puede traer consigo una reforma pienso que merece la pena.